Cada vez que iba a Gredos, no podía dejar de mirarla. Siempre me estaba llamando. Aunque el plan siempre era otro... Yo soñaba con subirla desde la Cabeza Nevada, recorriendo esa preciosa cresta que termina en su cumbre. Un día por fin nos fuimos a intentarlo, pero no pudo ser... Se nos hacía tarde, y el mal tiempo terminó por hacernos desistir. Creo que nunca me ha dolido tanto abandonar, volví al coche con una frustración increíble. La tenía tantas ganas... y estuvimos tan cerca... Tenía la sensación de querer borrar ese día de mi memoria, toda la ilusión que había depositado en ese proyecto, se derrumbó en un instante. Aunque después de todo, y pensándolo bien, tampoco fue para tanto. Ese día descubrí uno de los rincones más bonitos de Gredos, los Llanos del Ameal de Pablo. Desde aquel momento, tuve claro que un día tenía que dormir ahí arriba, y ese día llegó, casi cuando menos lo esperaba.
El fin de semana tenía pensado ir a dormir a la zona del Mampodre, pero según avanzaba la semana, las previsiones cada vez eran peores. El viernes por la noche veo que dan lluvia para el día siguiente, así que sintiéndolo mucho, me tocará quedarme en casa... El sábado me levanto por la mañana, y sin perder la esperanza, lo primero que hago es volver a mirar el tiempo, pero sigue igual. Ya lo tenía asumido, y de repente pensé: a ver, si en el norte no hace bueno, por que no miras hacia el sur... y ahí estaba, haría de lujo. Ya solo quedaba elegir sitio, pienso unos minutos y caigo en la cuenta, el Pozo del Ameal de Pablo. Y de repente me vuelvo a iluminar, si duermo ahí, por la mañana puedo subir a La Galana... Planazo! Cojo todos los trastos corriendo y los echo al maletero, no hago ni la mochila, ya la haré en la plataforma, no hay tiempo que perder!